domingo, 31 de mayo de 2009

DONAR CUESTION DE CONCIENCIA


“Donar órganos es dar vida” es mucho más que una frase, que un slogan, es una maravillosa realidad.

Pero en este tema son muchos los elementos que entran en juego, los técnicos, los culturales, los emotivos, pero la palabra clave tal vez sea conciencia, ya que sin ella, fracasan los otros.

Una conciencia que tambalea muchas veces ante los miedos y los lógicos sentimientos hacia el ser querido que acaba de fallecer. Por eso es muy importante que la decisión sea tomada con antelación a las situaciones extremas, deben tomarse en familia, hablando del tema para que sea una decisión consensuada, madura, inclaudicable.

Es verdad que la ley de presunto donante facilitó las cosas, ayudando en lo técnico, porque ahora todos somos potenciales donantes salvo que se exprese antes la negativa. Esta ley redundó en una mayor cantidad de ablaciones y por ende de órganos a donar, permitió también achicar los tiempos, lo que es un punto técnico clave para llegar dentro de tiempos prudentes.

Sin embargo la ley no tendría que ser la que rija el espíritu de la donación, sino insisto, que el punto débil sigue siendo que resta pensarse y sentirse la donación como un fenómeno instalado en la conciencia colectiva.

Sacudamos los escollos culturales que nos nublan la razón, echemos lejos a las sombras del miedo y pensemos desde el sentido profundo de la vida, comprendiendo a la muerte como final irreversible pero con posibilidades de transformarla en fuente de vida para otros, para ello debemos abrazar el concepto de filantropía. Conciencia y filantropía, combinación exacta para tomar la decisión certera y sentida de ser un donante cuando el destino diga que llegó el momento.

Se puede morir y nada más, pero se puede morir y trascender, entregando parte de lo que fue la morada de nuestra alma para que siga viviendo en otros humanos, a los que les quitaremos el sufrimiento y le daremos la oportunidad, esa que nos hubiesen dado a si estuviésemos nosotros en situación de lista de espera.

Somos la cadena humana, pasajeros de la vida que tenemos nuestro tiempo terrenal y un después espiritual que se puede potenciar transformándonos en benefactores aún después del período vital.

Sí, yo lo decidí hace tiempo y tengo un carnet que lo acredita y una conciencia instalada en lo profundo de mis convicciones. Para tomar la decisión acerca de mi día final inevitable, me abracé a mi gran amor por la vida, y porque amo la vida quiero darle la posibilidad a quien aún pueda gozarla dejando de sufrir, gracias a lo que ya no me será útil.

Tomen de mí, mi corazón para que siga latiendo en el pecho de quien más lo necesite, para que se acelere al correr y al amar, para que impulse con mi antigua fuerza la sangre de un cuerpo renovado.

Tomen mis córneas para que algunos ojos turbios y cegados recuperen la vista y puedan mirar a los ojos a sus hijos o para que un hijo vea a sus padres, para que estudien como pude hacerlo yo, para que lloren de tristeza o alegría, para que vean los colores de un atardecer cualquiera.

Tomen mis riñones, ya no serán míos, serán de quien deje de dializarse y vuelva a tener su sangre pura recorriendo los rincones del cuerpo recuperado. Si fuese necesario tomen de mí lo que haga falta para que otros vivan, para que cuando llegue mi fin, sólo sea el comienzo multiplicado en el cuerpo de otros hermanos de ese gran amor que siento por la vida.

Por Abel Lemiña

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