viernes, 27 de marzo de 2009

CRONICA DE UNA DONACION


Acaban de dar las siete de la tarde cuando suena el móvil del Coordinador de Trasplantes. Desde la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Carlos Haya informan que un varón ingresado hace dos días por hemorragia cerebral y daño cerebral severo, no tiene respuesta neurológica. Tras solicitar las pruebas de actividad cerebral, neurólogo / neurocirujano confirman el diagnóstico de muerte encefálica, proceden a firmar el certificado de defunción e informar a la familia.

El coordinador de trasplantes (CT) mira el reloj y son las nueve y media. Reúne a la familia del fallecido para explicarles la triste realidad y ofrecerles la opción de la donación. La entrevista es corta; apenas dura veinte minutos. El fallecido de 64 años, había hablado en alguna ocasión con su mujer y dos de sus hijos mayores sobre donación y trasplantes. Tenía una buena opinión y les había dicho que, a su muerte, desearía donar cualquier órgano que pudiera ser útil para otras personas y luego le incineraran.

Media hora más tarde solicitamos a un médico y a una enfermera de inmunología que realicen una serie de análisis para asegurar que el donante no padece ninguna enfermedad contagiosa.

A las once se contacta con la Organización Nacional de Trasplantes por si existiera algún receptor en “código cero” . Es decir, alguien en cualquier punto de España que necesite con extrema urgencia un trasplante, ya que ese receptor sería prioritario. Contestan que no. Eso significa que podremos trasplantar en nuestro hospital hígado y riñones.

El CT organiza la extracción y cita en el quirófano a las doce a cirujanos, enfermeros y otros profesionales que durante cuatro horas participarán en la delicada donación.

Son poco más de las cuatro y tanto el hígado como los riñones son válidos y se introducen en tres recipientes estériles y refrigerados, listos para su posterior implante. La extracción ha finalizado y se despide a la familia que se traslada con su padre y marido al tanatorio.

Un poco antes, hacia las tres se había recibido el tipaje del donante. Con ese análisis se puede comenzar a buscar los receptores renales. Un programa informático seleccionará los más idóneos aplicando criterios de máximo beneficio y justicia, de tal forma que, a igualdad de identidades donante-receptor, cada riñón se trasplantará a los que lleven esperando más tiempo.

La llamada por teléfono al receptor es un momento mágico. Estaba dormido pero podemos comprobar como cambia su tono de voz y, antes de colgar, ya se está vistiendo para llegar sin demora al hospital. Es su día de suerte. Ansiaba que recibiría esa llamada, que parecía no llegar. Ya más tranquilos y en el hospital, uno de los receptores de riñón nos comenta que lleva cinco años en diálisis y casi había perdido las esperanzas del trasplante. Dice que esta es la mejor lotería y aunque con miedo, está convencido de que todo va a salir bien. Familiares y enfermeras le animan y felicitan.

Desde el Banco de Sangre confirman que hay disponibilidad suficiente de bolsas de sangre. Como los demás receptores vienen de camino, ya solo queda que cada unidad de trasplante y anestesistas fijen la hora de los trasplantes. A las seis de la mañana se trasplantará el hígado, órgano más vulnerable y más tarde los riñones.

Casi finaliza la tarde cuando acaba el último de los tres trasplantes. Han sido veinticuatro horas de prisas y tensión. Hemos conocido el dolor de una familia donante y la alegría de los trasplantados. Muchos profesionales del hospital han participado en cada uno de los momentos clave de la donación y de los trasplantes. Todos quedan cansados pero eufóricos, porque los resultados han sido excelentes. Y ahora a casa, a apaciguar la adrenalina que nos ha mantenido en vigilia durante tantas horas.

Gracias a ti donante, sin aquella decisión nada de esto hubiera sucedido.

http://donacion.organos.ua.es/info_sanitaria/en_memoria_donantes/articulos_2.htm

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