viernes, 6 de marzo de 2009

UNA NUEVA VIDA DESPUES DEL TRASPLANTE....



Dominique Lescano Flores - Vacaciones 2009 - Trasplantada cadiaca en Mayo de 2007
Para todos aquellos que no recuerden bien la historia de los trasplantes de órganos, basta recordar que se realizan trasplantes de riñón desde 1952 y que el paciente que más tiempo se mantiene con un riñón funcionante alcanza los 29 años. Existen receptores que viven con un hígado trasplantado desde hace 22 años y el trasplantado de corazón más antiguo ha superado con éxito los 20 años de trasplante. Así pues, el trasplante de un órgano no es una solución pasajera en fase experimental o de desarrollo, sino una solución definitiva y duradera para cada vez más enfermos y que realmente les salva de la muerte.

Los trasplantes, además de restablecer la salud y salvar la vida, aportan calidad y utilidad a la misma. La calidad de vida es un concepto en gran parte subjetivo y por ello difícilmente cuantificable.

Cada civilización, cada época histórica, tiene diferentes necesidades básicas al lado de otras necesidades complementarias que, en conjunto, permiten situarnos en un contexto de bienestar y felicidad

Calidad de vida y felicidad pueden ser equiparables. Si tuviéramos que elegir una de las distintas definiciones de felicidad nos quedaríamos con: "estado en el que no existe gran diferencia entre lo que uno quiere y lo que uno tiene". Es decir, que la vida transcurra tal como se desea. Simplemente eso, tener controlado el dolor y gozar de salud, tener un trabajo digno y remunerado que permita la independencia económica y poder compartir el amor de la familia. Por eso podríamos hablar de los tres pilares de la felicidad aceptados en nuestro entorno y que en el momento actual podrían ser compartidos por una mayoría: salud, dinero y amor.
Es maravilloso asistir en los primeros días en los que la función del nuevo órgano se consolida y el cuerpo entero empieza a despertar del largo letargo en el que la enfermedad le había sumido, a la alegría que los receptores y sus familias expresan, temerosas aún por el miedo a las complicaciones quirúrgicas o al rechazo del nuevo órgano. En esas interminables jornadas de las primeras semanas de un trasplante, el deseo por conocer detalles de la persona y de la familia que ha donado, es una reclamación continua ante los médicos y enfermería que les atienden y vigilan estrechamente.

Su alegría por el éxito de la operación que les va a permitir concluir los estudios, estabilizar la familia, volver al trabajo y realizar un sin fin de ilusiones y proyectos que esperan y que para los que gozamos de una buena salud no valoramos en su justa medida, se empaña momentáneamente por el recuerdo entrecortado del donante, a quien no conocen pero sienten como algo propio dentro de un indefinido parentesco. Saben y sienten el sufrimiento en el que estará inmersa la familia por la irreparable pérdida y, de forma inconsciente, establecen una nueva relación de parentesco con esa desconocida familia que ha derrochado valentía y generosidad, permitiendo que esos órganos extraídos -la mayoría de las veces en plena juventud y rebosantes de salud- sigan funcionando en ellos y aporten vitalidad e ilusión a otras familias que durante años han pasado por circunstancias dramáticas, debido a una cruel y prolongada enfermedad. Cuando los profesionales sanitarios dedicados a los trasplantes observan como éstos recuperan la salud y una buena calidad de vida, se sienten satisfechos y con más fuerzas para enfrentar las responsabilidades del control de los trasplantados y que obligan a mantener una gran tensión, compensada en parte, con los buenos resultados logrados con el trasplante.

Finalmente, por estas y otras razones, los trasplantados deberían llamar más intensamente la atención al público para que éste conozca mejor el éxito y los resultados conseguidos con las operaciones actuales de trasplante, que permiten una absoluta integración en la sociedad. Es preciso dar a conocer estos resultados que acaben con los escépticos e indecisos y para que, de una vez por todas, se manifiesten públicamente en vida a favor de la donación de órganos y en contra de su enterramiento y destrucción.


Todos los trasplantados deben asumir el compromiso de colaborar con la sociedad para que ésta tenga la mejor información posible y colabore de forma más eficaz en la donación de órganos, de forma tal que podamos casar mejor la oferta y la demanda de órganos para trasplante y que esta gran familia de trasplantados sea cada año más numerosa y goce de una larga y saludable vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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