lunes, 16 de marzo de 2009


Cuando muera,
no pretendáis guardarme en una urna.

Tomad mis ojos
para que un niño goce del mar y el arco iris.
Mis ríñones
para regenerar una sangre de doncella
o liberar a una madre encadenada.
Tomad mi corazón
para que un joven pueda seguir amando...

No se qué más podré aportar,
pero si es algo
tomadlo sin reservas.
Allá a donde yo voy
todo me será dado.

Convertidme después en humo blanco,


Sara Sanz

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