lunes, 23 de marzo de 2009

EL PUEBLO JUDIO... Y LA DONACIÓN DE ORGANOS




Hay situaciones en la vida en las cuales no es fácil tomar decisiones, las reflexiones pasan por una cuestión trascendental y los dilemas éticos o religiosos parecen llegar tarde. Momentos dolorosos en los cuales fallece un ser querido.

Pero ocurre también que en otras situaciones, en las cuales pendemos de un hilo, las reflexiones no son suficientes, el pragmatismo y la lógica racional son lo único capaz de acallar el sentimiento que nos invade, pero no bastan, buscamos una solución. El dolor que aqueja es producto de la impotencia frente a las circunstancias, nos recluimos en la fe y la esperanza. Esos momentos pueden ocurrir poco tiempo antes de la muerte de un ser querido, momentos en los cuales esa persona puede todavía ser salvada, dependiendo quizá de un tercero que ya no puede o no quiere tomar una decisión difícil.

Un trasplante que no llega es una muerte más.

Entonces nos preguntamos, ¿por qué no cuestionarse en la vida cotidiana? Cuando ya ha ocurrido, no podemos hacer nada. Decidir la donación en ese momento es acelerar la despedida. Una elección tomada antes, a tiempo, podría evitar que otra persona vivenciara ese mismo dolor: la pérdida. ¿Tendría sentido evitar el sufrimiento de otro ser vivo? Pero al ser humano le cuesta pensar sobre ciertas cuestiones, está demasiado apurado por el reloj, por la vida…

La cuestión de la donación de órganos en el judaísmo es un tema determinante. Los judíos tienen el porcentaje más bajo de firmas, de entre todos los grupos étnicos a lo largo del mundo, en lo que respecta a adhesión a la donación de órganos. En Israel el porcentaje se mantiene aproximadamente en un 3% de acuerdo con los datos de la Halachic Organ Donor Society (una organización cuyo objetivo es educar a los judíos acerca del debate halájico y médico que rodea a la donación de órganos, para que la decisión tomada sea basada en una comprensión del tema y con ello se puedan salvar tantas vidas como sean posibles) y fue recientemente expulsado del Canal de Donantes de Órganos de la Unión Europea, ya que se aceptaban continuamente muchos más órganos de los que se donaban.

Es cierto que la donación de órganos conlleva a controversias con la ley judía: Hana´at Hamet o beneficiarse de un cadáver, Halanat Hamet o atrasar el entierro del cuerpo, Nivel Hamet o mutilar un cadáver. Pero existe una ley que predomina por sobre todas las otras: “pikuaj nefesh”, el deber de salvar una vida.

La donación no está prohibida por el judaísmo en ninguna de sus fuentes, el debate y la cuestión problemática en relación al judaísmo y la donación, es cuándo se determina la muerte de acuerdo a la medicina y cuándo de acuerdo a la ley judía. De acuerdo a la primera, por muerte cerebral. De acuerdo a la segunda, basándose en el Talmud, una persona es considerada muerta cuando una pluma por debajo de su nariz no se mueve y cuando una oreja presionada contra su pecho no detecta los latidos (con lo cual si la Halajá considera a la persona viva se estaría matando al donante). El Gran Rabinato de Israel ya determinó que la muerte cerebral concuerda con la definición de muerte halájica, pese a ello se mantiene la idea de que la ley judía prohíbe la donación de órganos.
Harvard en 1968 determinó la muerte cerebral. Pero el Gran Rabinato recién estableció en 1986 que la muerte puede ser determinada cuando: se tenga un conocimiento claro de la causa de la lesión, cese la respiración natural, haya muerte cerebral y existan ciertas pruebas clínicas.
Algunos argumentan que está permitida la donación cuando un órgano es necesario para un transplante inmediato y específico, pero no a un banco de órganos o para la investigación médica. Pese a algunos debates, gran parte del judaísmo moderno considera que podría ser considerada una mitzvah (o precepto) obligatoria la donación de órganos después de la muerte para salvar una vida.

¿Y qué ocurre con la donación de órganos mientras uno está vivo? Siempre y cuando no se ponga en riesgo la propia vida, es considerada por algunos como una mitzvah kiyumit, una mitzvah no obligatoria.

La importancia de contar con órganos que puedan ser utilizados es crucial, pero de acuerdo a algunas interpretaciones judaicas, el corazón debe haber dejado de latir y/o la respiración haber cesado para que la persona esté oficialmente muerta. Pero el latido puede ser mantenido por una máquina aún después de la muerte cerebral y de que una persona haya perdido la capacidad de respirar por si misma. La muerte clínica preserva ciertos órganos, hecho que no ocurre con la muerte por detención de la función cardiaca con la cual los órganos dejan estar en un estado como para poder ser transplantados. Un hecho positivo que vale la pena tener en cuenta, para aquellos que consideran aún a la muerte como detención de las funciones cardiacas, es que una persona puede donar su hígado o sus riñones, hasta 40 minutos luego de haberse detenido sus latidos.

Es por todo esto que la Knesset ha aprobado un par de leyes para incentivar la donación: por un lado se prohíbe la venta de órganos y a su vez se provee beneficios a las familias que donan los órganos de sus familiares y a aquellos que donan un riñón; por otro, se determina la muerte legal incorporando la visión de la ley judía. Diferentes instituciones judías han ido más allá de aprobar la donación, han comenzado a recomendarla como una posibilidad de cumplir con el pikuaj nefesh.

Pero estas creencias no afectan solamente a Israel. Uno de los casos que vale la pena mencionar en la diáspora es el del Rabino Troupp, que encuestó a toda su congregación, obteniendo como resultado que creían que la donación de órganos estaba en contra del judaísmo. Fue entonces cuando decidió explicar la situación, invitando a que la gente firmara como donante; se colocaron computadoras en el templo para facilitar la tarea. Luego, el rabino se acercó a la presidente del Canal de Donación de Órganos de Nueva York, con la intención de extender su proyecto a instituciones de diversas religiones, conformándose así el mismo con el nombre: El Regalo de la Vida.

Otra creencia que se intenta superar es que una persona debería ser enterrada con todos sus órganos para poder resucitar de la muerte, pero ello no se basa en las fuentes tradicionales judías.

Pese a que al fin y al cabo es una decisión personal, el Talmud nos indica que ¨Quien salva una vida es como si hubiese salvado al mundo entero¨, una frase que más allá de que uno sea religioso o no, vale la pena aplicar en la vida cotidiana.

El conocimiento es necesario para tomar una decisión de la que uno pueda hacerse realmente responsable y que sea coherente con nuestros valores. Si vivimos de acuerdo a nuestra ideología, vale la pena que, con nuestra decisión, podamos dejar asentado al morir quienes fuimos durante nuestra existencia en la Tierra.

Quizá el mejor legado que podamos dejar, sea el de la vida.

Para más información: http://hods.org/English/h-issues/issues.asp.

Por Andrea Szwarc Amsel para la Redacción de Radio Jai.

http://www.radiojai.com.ar/OnLine/notiDetalle.asp?id_Noticia=42085

No hay comentarios: