lunes, 30 de marzo de 2009

LOS MINUTOS MAS DURO DE LA DONACION DE ORGANOS


Una madre ve respirar a su hijo, aunque ayudado por un respirador. Lo ve mover un pie. Ve caer una lágrima. ¿Cómo va a decidir que lo desconecten si culturalmente eso no se parece a la imagen que tenemos de la muerte? Tres madres y un hermano hablan de ese instante en que decidieron dejar partir a sus seres queridos para que otros pudieran seguir viviendo.

Una lágrima desató la ira.

La familia ya había decidido que Rodrigo Chaparro (21) sería donante cuando sus amigos reclamaron con patadas y combos que habían visto correr una lágrima por su cara, que estaba vivo, y demoraron el proceso de extracción de órganos. Mientras en Chillán se escuchaban bocinazos de alegría porque al fin el niño Diego Poblete (12), oriundo de esa ciudad, había encontrado un donante de hígado, en el Hospital de Antofagasta, los amigos de Rodrigo gritaban que los médicos habían sido unos carniceros. Su madre pensaba que no había alcanzado a pasar el tiempo suficiente con él antes que se lo llevaran a pabellón y un manto de dudas se extendía sobre su muerte.

"Ese minuto, cuando te dicen que ya no hay nada más que hacer, que tu hijo murió y te piden sus órganos, es el más duro de la vida, no tiene comparación", dice Angélica Finlay. Ella no olvida: "Mi hijo Andrés murió hace 11 años, 3 meses y 10 días". Angélica no entiende cómo los amigos de Rodrigo Chaparro pudieron llegara a causar tal nivel de destrozos en un momento tan complicado, cree que es una falta de respeto, pero también entiende que hay una serie de cosas que muchas familias desconocen antes de donar los órganos de sus seres queridos, como por ejemplo, los movimientos reflejos del cuerpo.

Las características generales de una persona con muerte encefálica, conocida como muerte cerebral, no ha sido un tema de campañas ni de información pública y es uno de los momentos duros de enfrentar, a pesar del tiempo que dedican los médicos a explicar a las familias en qué estado estás sus seres queridos. Este estado se decreta siguiendo un estricto protocolo. Marcelo Butrón, neurocirujano del Hospital Barros Luco, detalla los factores que determinan que ya no hay actividad cerebral: "La muerte encefálica es un hecho médico porque tiene respaldo técnico indesmentible, no es determinado por un doctor en forma antojadiza. Primero se descartan causas generales que provoquen compromiso del paciente, como hipotermia o intoxicación con fármacos. Después se buscan los criterios de muerte cerebral que confirman que no hay irrigación en el cerebro".

El problema, es que la familia ve a un paciente vivo ante sus ojos. "La muerte encefálica es difícil de entender porque físicamente el cuerpo no está como la gente tiene conceptualizada la muerte. Creen que es un paciente frío, que no le late el corazón. Pero no es así: está conectado a un respirador, está tibio, tiene reflejos locales y lógicamente eso va contra cualquier sensación normal", dice el doctor José Luis Rojas, director nacional de la Corporación del Trasplante.

Todas estas características pueden convertir la decisión en un proceso lento, que aporta aún más dolor a un momento traumático.

Aquí, cuatro chilenos cuentan cómo vivieron este momento que señalan como el más difícil de sus vidas.

"Su muerte no fue en vano"

Angélica Finlay ha seguido con detención cada uno de los últimos casos en que se ha necesitado un donante. Ha observado con preocupación la urgencia y los llamados públicos. Pero Finlay repara en una escena en particular: los disturbios que protagonizaron amigos de Rodrigo Chaparro, el joven antofagastino de 21 años, quien murió atropellado el sábado pasado y se convirtió en el donante de hígado para el niño Diego Poblete.

Angélica sabe que la lágrima que los amigos de Chaparro vieron caer por sus mejillas perfectamente pudo haber inducido a error.

El hijo de Angélica, Andrés Leighton murió el 17 de diciembre de 1997. Tenía dos hijos pequeños y 31 años. Ese sábado estaba en Coquimbo, después de una cena regresó en taxi a su casa. A medio camino un auto los chocó. Él se bajó junto al conductor para ver qué le había sucedido al automóvil. Después vino el desastre: un hombre borracho lo atropelló y lo dejó en coma. "De ahí para delante la historia es terrible. Lo trasladamos desde el Hospital de Coquimbo a la Clínica Las Condes, pero siempre nos dijeron que sólo un milagro lo podría salvar. Yo sé qué sienten las familias porque uno nunca pierde las esperanzas. Para mí fue tremendo. El miércoles, como a las seis de la tarde nos llamaron a reunión y nos plantearon que había tenido muerte cerebral. Yo en ese momento le habría pegado al doctor. ¡Se estaba muriendo mi hijo! Y quería que donara sus órganos. Yo pensaba ¡qué se cree! Pero todos aceptaron. Me fui a despedir de él en la UCI y recordé que él siempre quiso ser donante. Le pedí fuerzas para que me enseñara a vivir sin él.

Ese momento es fuerte. Mientras estaba en la UCI, Andrés movió la pierna, pero era un acto reflejo. Yo sabía que no tenía ninguna, pero ninguna, posibilidad de sobrevivir. Su muerte ha sido terrible, pero al donar sus órganos siento que su muerte no fue en vano"


Tranquilidad .

La familia de Tatiana Villamán (en la foto) nunca lo dudó. "Tati" había manifestado su intención de ser donante. No hicieron más que respetar su voluntad.
"Hay que respetar la decisión"

Tatiana Villamán tenía 48 años al momento de morir. Estaba tomando una ducha cuando se desató la tragedia. Era 25 de junio del año pasado. "Era un poco antes de la hora de almuerzo cuando se estaba duchando y le vino un fuerte dolor de cabeza. Ella era sana, no era hipertensa. En ese tiempo tenía dos hijos y vivía con mis papas porque estaba separada. Por eso mi mamá fue la primera en socorrerla. Alcanzó a vestirse con ayuda y cayó tendida. La llevaron al Hospital de Chillán. Le hicieron un escáner y verificaron que había un derrame cerebral, un derrame que no paró a pesar de la operación a la que fue sometida.

Nos comunicaron que ya no había actividad cerebral y tuvimos que tomar una decisión. No hubo nada de conflictos, todos estábamos claros en que ella quería ser donante. Una semana antes había visto en las noticias a un niño que necesitaba un hígado y eso la había conmovido. Justamente ese hígado sirvió para ese niño.

Desgraciadamente su corazón no sirvió porque esto fue en la noche y el aeródromo de Chillán no tenía luces. Su corazón se perdió.

El momento cuando se toma esta decisión es muy importante, pero cuando la familia ya lo ha conversado, como nosotros, es más fácil. Esto es un tema de respeto también. La familia tiene que respetar la decisión que tú tomaste en vida".

"No estoy arrepentida de haber dado vida"


Esperanza .

A pesar del dolor de María Eugenia Villarroel por la muerte de su único hijo, siente alegría de que el gesto de su hijo sirviera para que otros prolongaran su vida. ve constantemente a quien recibió el hígado de su hijo.
Su caso fue conocido por todo Chile. Su hijo, Alejandro Inostroza, estuvo seis días en coma después de recibir un golpe con un bate metálico de parte de Aarón Vásquez. María Eugenia aún lucha con los vaivenes de la justicia, pero mientras responde por teléfono, recuerda el momento en que donó los órganos de su hijo. Fue una forma de respetar su voluntad. "La decisión la tomamos súper rápido. Alejandro siempre había dicho que si alguna vez le pasaba algo, donáramos sus órganos. Conversé con el papá de Alejandro y con la polola de mi hijo, Carolina, y tomamos la decisión entre los tres. Le donamos el hígado a Jaime Castro", dice María Eugenia, quien no puede cerrar la herida por la muerte de su hijo ya que el centro del Sename de Copiapó, donde está Vásquez, sugirió flexibilizar la sentencia.

"Justo estoy en Copiapó en la casa de Jaime Castro viendo el tema judicial de mi hijo. Me siento tan contenta de estar con Jaime. Nos hemos visitado varias veces y cuando va a control a Santiago va a mi casa.

Yo sé que es fuerte tomar una decisión así, pero no estoy arrepentida de haber dado vida. El día que me lo pidieron estábamos en la Clínica Santa María, pero no nos demoramos en decidir. Me salió del corazón. Ya tenía muerte cerebral. No había nada más qué hacer".

Myriam Moraga

Fue como tsunami. Como si en dos segundos, a Myriam Moraga la hubiesen puesto de cabeza, sin corazón, sin cerebro, sin manos. Una pausa en su destino. Su hija, Jessica Pérez Moraga, a días de cumplir 23 años, el 8 de noviembre de 2001, murió producto de un aneurisma cerebral.

Myriam no quiere ser fotografiada. Aún la tristeza y las lágrimas no la dejen hablar fluidamente del tema, sin embargo, éste es su testimonio:

"Yo no escuché lo que me decían, pero de repente estábamos ahí, mientras el doctor nos preguntaba si donaríamos los órganos de nuestra hija. Ella siempre me decía que quería ser donante, siempre, era un tema recurrente, yo incluso me enojaba porque hablar de la muerte con una hija es tremendo. En ese minuto no me acordé, pero su pololo sí. Fue un proceso terrible; el lunes comenzó con un fuerte dolor de cabeza, la llevamos al médico, le hicieron un escáner y se dieron cuenta que tenía un aneurisma, que no tiene ninguna causa conocida. Después la operaron, pero el aneurisma volvió a sangrar. Ya no había nada qué hacer. Estaba con muerte cerebral. Fue entonces cuando nos explicaron, con mucha calma, con mucho tino, que ella podría ser donante. Yo nunca me lo cuestioné porque era su voluntad. Dijimos que sí de inmediato. Jessica donó su corazón, los riñones y el hígado y sabemos quiénes fueron los receptores. Hay días en que nos hemos encontrado en el Cementerio Parque del Sendero, que es donde la sepultamos. Ellos le vienen a dejar flores. ¡No sabes cómo es vivir sin ella, cambia todo! La rutina ya no es la misma, a veces cuando pasamos por un mall decimos ‘esto le encantaría a la Jessica’. Es un dolor tan grande que yo pensé que no se podía salir de él. Todavía lo intento. A pesar de la tristeza, me da una tranquilidad muy grande saber que ella dio vida. La gente que necesitaba esos órganos estaba muy mal y ella los ayudó. Hay parte de ella acá todavía".

http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20090328/pags/20090328171443.html

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