lunes, 23 de marzo de 2009

DONAR ORGANOS... AYUDA A CRECER.... (testimonios)


Habrá campaña más efectiva a favor de la donación de órganos que la imagen de Abril Dispenza sonriendo y aplaudiendo a la cámara junto a su hermano? Hace un mes, esta beba de 16 meses afectada por un adenovirus que le provocó una grave lesión al corazón, ingresaba en emergencia nacional tras esperar casi 6 meses un órgano.

Conmovieron los artículos en diarios y revistas y las apariciones en televisión de su padre, Sergio Dispenza, que acompañaba su pedido desesperado de un corazón para su hija con una foto suya: chiquita, preciosa, llena de vida y con ganas de más.

Entonces, el retrato de Abril se transformó en el símbolo de todas las personas -más de 6.000 en la actualidad- que figuran en lista de espera aguardando un trasplante para sobrevivir.

Parecía una película -simultáneamente se estrenó el filme 21 gramos, referido a un accidente automovilístico que suscita un drama familiar y un caso de trasplante, con notables datos coincidentes con la realidad-, pero era la vida misma.

En el caso de Abril terminó con final feliz y, tras los días de angustia y suspenso, ahora ella tiene una segunda oportunidad. "El resultado del último ecocardio indicó que el tratamiento no había generado la mejora que se esperaba y Abril necesitaba un nuevo corazón para poder seguir viviendo -recuerda hoy Sergio Dispenza-. Ese momento fue tremendo, muy doloroso. Primero uno tiene que aceptar que su hijo se puede morir. Después entender que la posibilidad de que viva depende de la decisión de otra persona". No estaba en sus planes, pero al empeorar la salud de su pequeña hija, Sergio salió a pedir públicamente un corazón para su hija. "Pedir un órgano en los medios no es lo ideal, pero como papá sentí la necesidad de encontrar ese corazón para mi hija, que estaba luchando por su vida. A pesar de todo el sentimiento que había de por medio, pensé mucho cada palabra que dije. No quería confundir a nadie. La gente podía creer que cuando yo pedía un corazón, estaba deseando que otro chiquito sufriera un accidente. Pero yo tengo otro hijo y jamás podría pensar eso. Tendría que volverme loco o estar enfermo para desear algo así. Sólo pedía que las familias que tuvieran la desgracia de perder un hijo se decidieran a donar para dar a otro bebé la posibilidad de vivir".

Mientras Sergio pedía por la vida de su hija, Enrique Pereyra, que estaba de vacaciones con su mujer Gloria y sus cuatro hijos, sufría un accidente en Santiago del Estero. El Peugeot 504 en el que viajaban salió de la ruta y volcó sobre la banquina. Su mujer y su hija mayor murieron en el acto. Ayelén, de 1 año y 6 meses, fue internada en el Hospital de Niños Eva Perón de Santiago del Estero, donde murió. De inmediato, Enrique decidió donar los órganos de su hija para ayudar a que Abril siguiera con vida.

Lazos de sangre

Si bien el inciso h del articulo 27 que reglamenta la ley de trasplantes 24.193 determina que el INCUCAI (Instituto Nacional Central Unico Coordinador De Ablación E Implante) debe mantener en reserva la identidad de los donantes y receptores de órganos, es frecuente que entre la familia donante y la persona que recibe un órgano surja la necesidad de conocerse. "El dolor es tan profundo que todavía no puedo hablar. Todo es demasiado reciente y recordar me hace muy mal. -se excusó con Para Ti el papá de Ayelén Pereyra- Lo único que puedo decir es que seguí día a día las noticias del diario para ver las mejoras de Abril. Me preocupa saber cómo está, y más adelante me gustaría poder conocerla".

Sergio Dispenza y Enrique Pereyra no se conocen, pero los dos saben que la donación estableció un vínculo que asegura que sus vidas estarán unidas para siempre. "El me llamó para preguntarme cómo estaba Abril y me dijo que más adelante la quería conocer. A este hombre yo le debo la vida de mi hija y sin conocerlo siento una admiración inmensa por él, pero la verdad es que si hay algo que todavía no puedo manejar es justamente esto. Hay muchos sentimientos de por medio. Todo es muy intenso, y entiendo perfectamente lo que le pasa. El corazón de su hija ahora vive en el cuerpo de la mía.", confiesa conmovido Sergio.

"Nunca recomendamos ni alentamos que la familia donante y el receptor se conozcan -explica Zulema Martínez, psicóloga de CUCAIBA (Centro Unico de Coordinación, Ablación e Implante de Buenos Aires)-. Hay que ser muy cuidadoso porque entre estas familias pueden aparecer problemas psicológicos que den lugar a una relación patológica. Si la familia donante no elaboró correctamente la pérdida, puede sentir que al donar el corazón o cualquier otro órgano, su ser querido sigue viviendo en el cuerpo de otra persona. Eso es totalmente falso, y no le hace ningún bien a nadie".

Y las historias son muchísimas. Facundo era el quinto hijo de Jorge (50) y Mabel Mire (48). El más chico y el más mimado, pero el 25 de enero de 1994, mientras daba una vuelta manzana con el ciclomotor de su vecino, fue atropellado por un taxi conducido por dos ladrones que escapaban de la policía. Facundo -tenía 5 años y 10 meses- fue internado de urgencia en el Hospital Garrahan, y murió al tercer día. "Perder un hijo produce un shock insoportable -afirma Mabel en su casa de Lanús Este-, pero en ese momento pensé en las mamás que tenían a sus hijos en lista de espera, y quise que no les pasara lo mismo que a mí. Sentí que ninguna mamá podía aguantar el mismo dolor". Así fue como el matrimonio Mire se planteó la posibilidad de donar los órganos de su hijo. "Lo consultamos con nuestros dos hijos mayores, quienes también estuvieron de acuerdo -cuenta Mabel-. Si las personas que pierden un ser querido supieran la paz que se siente al donar y poder salvar vidas, creo que todo el mundo lo haría".

A más de 360 kilómetros de la casa de los Mire, en Quiroga, un pueblo de 2.500 personas de la provincia de Buenos Aires, Daniel y Lilia Díaz no logran recuperarse de la pérdida de su hijo Facundo, que falleció el 6 de octubre de 2002. "Cuando me dijeron que mi hijo tenía muerte cerebral y me preguntaron si estaba dispuesto a donar los órganos, les dije rotundamente que no -recuerda Daniel-, tenía miedo. No podía tolerar más sufrimiento y no quería que hicieran eso con mi hijo". Pero compartir el planteo con su mujer lo hizo cambiar de opinión. "En mi pueblo nunca nos habían venido a hablar de lo que era la donación de órganos -cuenta Lila-. Pero dos días antes de que me pasara esta desgracia (su hijo se suicidó) había visto en televisión a un grupo de chicos en lista de espera. Así que a mí se me presentaron las caritas de esos chicos que me decían que tenía que hacerlo". Hoy el matrimonio Díaz participa de charlas para ayudar a difundir la donación.

Revista Para Ti... año 2004
http://www.parati.com.ar/nota.php?ID=5504

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Colombia!