sábado, 7 de marzo de 2009

LEYENDAS...MITOS....



En las civilizaciones más antiguas, el hombre ya había imaginado modificaciones de la morfología, la estructura y el comportamiento de su cuerpo.

La mitología egipcia o grecolatina, nos ofrece muchos ejemplos de estas metamorfosis contadas por Homero y por Ovidio, encarnaciones simbólicas de la comedia humana, con su grandeza y sus debilidades, sus vicios y sus virtudes, siempre de actualidad aprovechadas en el campo de las letras y de las artes.
Al contemplar estas imágenes de dioses, semidioses, héroes o demonios, sirenas, tritones o centauros, uno estaría tentado a ver en estos conjuntos antecedentes del injerto o del trasplante que une medio cuerpo de mujer y medio cuerpo de pez, un torso de hombre a un cuerpo de caballo e incluso la triple fusión de una cabra, un león y un dragón que, para Homero, definía la quimera.

En realidad, se trata únicamente de puras creaciones del espíritu, surgidas totalmente de una imaginación sin límites que se divierte mezclando las especies y los reinos sin ninguna discriminación: el hombre con el animal, dotando al dios ejipcio de una cabeza de halcón, o al Minotauro de una cabeza de toro y coronando a Acteón con cornamenta de ciervo por haber sorprendido a Artemisa en el baño y hacerlo devorar por sus perros; pasando del animal al vegetal al transformar la ninfa Dafne en un laurel para sustraerla a los ardores de Apolo; pasando del animal al mineral en forma de lluvia de oro para permitir que el dios del Olimpo fecundara a Dánea.


Sin embargo, hoy en día, estos seres híbridos de la mitología ya no están completamente relegados al campo de lo imaginario. Desde comienzos de nuestro siglo, Guthrie en los Estados Unidos (1908) en la URSS injertaron una segunda cabeza en perros (¿y por que no una tercera para haber émulos de Cerbero?). El injerto en el hombre de órganos extraídos de animales (cabra, cerdo, mono) iba a fabricar quimeras, ciertamente aún de corta duración, pero que la investigación en el campo de los xenoinjertos, actualmente en plena actividad, querría eterna.


Anteon Convertido en ciervo por haber
sorprendído a Artemisa en el baño
Minotauro y yegua negra. Pintura de Pablo Picasso

Y por qué no evocar, como precursores de los injertos a Zeus, recibiendo en su costado el huevo del cual nacerá Atenea y, en otra ocasión, cosiendo en su muslo al hijo de Semele para liberarlo el término de su desarrollo con las facciones de Dionisos: trasplantes enprionarios de los que actualmente conocemos sus facultades de adaptación al organismo que los recibe.

Es también este concepto de injerto el que encontramos, aplicado en detalle, en el combate que enfrenta a Zeus con el gigante Tifón. Este último lo reduce a la impotencia al seccionarle los nervios (tendones) de las manos y de los pies. Hermes, dios de la salud, los vuelve a colocar en su sitio después de haberlos encontrado escondidos en una piel de oso.

A partir de este momento, el dios del Olimpo, otra vez todopoderoso, precipitará el gigante al Etna y, con esta proeza, aportará a la historia el primer ejemplo de un injerto tisular con pleno éxito.

Para terminar esta incursión en el mundo mitológico desde el punto de vista del injerto, recordemos que el intercambio de órganos entre seres humanos también estaba contemplado en el ojo único que se intercambiaban las tres hermanas Greas y que permitirá a Perseo descubrir el refugio de la Medusa para cortarle la cabeza.

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